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Descubriendo o Despreciando Un Gran Tesoro

Cuando Alejandro el Grande saqueaba el palacio del Rey Darío de Persia, uno de sus soldados halló una bolsa de cuero que contenía las joyas de la corona real. Valían millones, pero el ignorante soldado, abriendo la bolsa, vació el contenido entre la basura, y se fue felicitándose por haber hallado tan buena bolsa persa en que llevar sus alimentos. Cuenta la historia también que un esclavo que ascendía una montaña, resbalo precipitándose hacia un barranco, y para contenerse en su caída, se cogió de un arbusto pero este cedió, y hombre y arbusto fueron rodando hasta el fondo.



Levantándose observó que se hallaban adheridas a las raíces del arbusto pequeñas partículas de color blanco. Subió hasta el lugar de donde se había desprendido el arbusto y arrodillándose comenzó a escarbar el suelo con sus propias manos. ¡Acababa de descubrir las minas del Potosí que han producido tan fabulosas cantidades de plata; Los propietarios de “la montaña de plata,” como se llama –pues se han abierto en ella más de cinco mil minas de plata– habían sido hasta aquel momento personas muy pobres, ignorando la riqueza enterrada en sus entrañas, y conformes con poseer sólo la superficie.


El Rey David dijo que la Palabra de Dios (la Biblia) es un verdadero tesoro de mayor valor incluso que el oro (Salmo 19:9-10). Pero ¿Es en realidad nuestro, como las joyas eran de aquel soldado, o como las minas de plata de los propietarios del terreno antes que el esclavo las descubriese? Lo más probable es que no. Se dice que los escribas y los fariseos sabían tan bien la Biblia que si todas las del mundo hubieran sido destruidas, habrían podido volver a escribirla de memoria, sin cometer un solo error. Pero ¿Qué provecho sacaron de ello? Tristemente, ninguno. Pues no basta tener la Biblia en la mano: tampoco basta tenerla en la cabeza; pero tenerla en el corazón –vivificada allí por el Espíritu de Dios – es tener la vida eterna. El finado Rey Jorge V, de Inglaterra en uno de sus últimos discursos a sus súbditos dijo: “La Santa Biblia es el más grande de nuestros tesoros nacionales, y en su significancia espiritual viene a ser la posesión más valiosa que en el mundo se pueda tener.” Si, querido amigo (a), no deje usted de conseguir una Biblia para su propio uso. Con poco dinero puede usted comprar el Libro de los libros que proporciona lectura interesante y comprensible para cualquier grado de inteligencia. Léala con regularidad, con cuidado y con oración, pidiendo a Dios que le guíe e instruya, y hallará con sorpresa la abundancia de los tesoros espirituales, encerrados en el Santo Libro, los cuales solamente aprovechan a los que los buscan en la misma Mina. Dijo Cristo: “Escudriñad las escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la Vida Eterna y ellas son las dan testimonio de mí.” (Juan 5:39).


El pecador necesitado que leyendo su divino mensaje y aprendiendo de él, toma arrepentido el lugar correspondiente ante Aquél que fue “herido por nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados,” pasará de muerte a vida y de las tinieblas a su luz admirable al confiar en su divina y preciosa oferta de salvación.


¡Léala para ser sabio,

Créala para ser salvo,

Practíquela para ser santo!


La Biblia debe ser leída por cada persona, porque es el ÚNICO libro que se puede leer con entera confianza y sin temor de ser engañado. En este bendito libro que contiene la palabra del Dios vivo y verdadero, hallamos la verdad tocante al hombre, su camino y su destino. La Biblia ha sido perseguida con singular tenacidad a través de los siglos, pero a pesar de ello, aún hoy circula en todas las partes del mundo llevando un consigo un mensaje de esperanza y de perdón para el pecador arrepentido.


Su lectura ha sido prohibida por aquellos que saben que el conocimiento de las verdades en ella rebeladas, tendrían como una de sus consecuencias el exponerlos como engañadores e impostores. ¡Alabado sea Dios!, que aunque ciertamente, las Sagradas Escrituras contienen mensajes reconocidos como de difícil interpretación, todo aquello que concierne al eterno bienestar del alma y a la vida que en este mundo debe llevar todo aquel que invoca el nombre del Señor Jesucristo, está al alcance de la comprensión de todo hombre y de toda mujer que tiene un sincero deseo de saber la verdad. No descuides la lectura de la Biblia ni te alimentes tanto de otros periódicos o libros. Un libro tiene su lugar, pero si posees la Biblia has obtenido el Libro de los libros; porque ella es la Palabra de Dios para ti y sólo en ella hay Vida Eterna. En San Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, dioles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre”. Amigo, ¿Quieres ser hijo de Dios? Entonces debes leer tu Biblia. Hoy en día, existe muchísima negligencia en el estudio y la lectura de la Biblia por lo cual es mi deber animarte a investigar su contenido y arrancar sus tesoros. ¡Hazlo amigo, no te arrepentirás!


Si anhelas ir al cielo, debes escudriñar la Biblia, porque de otra manera ¿Cómo sabrás cuál es la voluntad de Dios para ti y qué es lo que Él quiere que hagas; ¿Cómo sabrás qué es el cielo y qué es el infierno y cuál es el camino al cielo? Jesús te dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al padre, sino por mí” (Juan 14:6). Bueno, pero ¿Cómo podría yo saber esto, si no lo hubiese dicho Jesús y si yo no lo hubiera encontrado al leer las páginas del Libro Santo? En la Biblia vemos que una herencia ha sido dejada para nosotros, la cual podemos obtener si guardamos y cumplimos sus dichos. Vida Eterna y Paz son sus tesoros ¿Qué libro además de la Biblia te promete esto? Si aún no tienes una amigo (a) procura conseguirla hoy mismo. La Gracia del Señor Jesús sea contigo y tu familia. Amén.





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